jueves, 9 de junio de 2011

La degradación del poeta (o réptil)





-breve reseña de Efraín Bartolomé-



Sube la palabra, viene con un golpe de pájaros ciegos a enredarse en los escalones del aire; atrapa las ramas secas, pasa a lamer el polvo, viene del eco y del fondo de la podredumbre, del grito de las piedras, choca y se desgarra hasta sangrar, pero sube siempre.
Los días vienen pausados a quedarse en la fina contemplación del poeta, quien atrapa los sucesos con largas telarañas invisibles desprendidos de sus ojos. Pasan calles citadinas junto con el recuerdo, pasa la infancia con un aroma de agua vieja y guardada, cada palabra es Mantícora que engaña y se transforma en cada instante, (manzana, rayo de sol, ángel). El viaje prosigue por las ranuras de los ojos despiertos, por los ojos de los ojos entra una fuerza latente que nos despedaza, la voz del poeta se vuelve voz del pueblo y entonces quedamos rumiando imágenes poéticas casi mudos de placer.
El poeta va degradándose, en cada palabra apuntada o dicha va extinguiendo fuerzas, va aprendiendo con las comas y los puntos, ata su fe y esperanza detrás de cada letra y camina siguiendo las huellas de los otros naciendo en cada grano de tierra, pedazo de polvo.
Efraín Bartolomé nace en Ocosingo, Chiapas, entre clamores de la selva y retazos de imágenes diáfanas; quizá por ello la frescura de sus versos pueden ser aproximados solamente a la vertiente de los ríos, a la caricia de la hoja rociada de humedad o a las fauces del jaguar con su imponderable imagen.
Como un coleccionista de objetos perdidos va el poeta en búsqueda de voces desconocidas, igual a Netzahualcóyotl cantor de flores recoge los versos en lo profundo de la selva, y aún se arriesga por escalar montañas inaccesibles para atrapar el lenguaje del viento y mostrarlo a los hombres. Igual al reptil esconde su cuerpo débil bajo la roca, se arrastra bajo las hojarascas intentando encontrar murmullos e imágenes olvidadas, repta por ramas y cortezas en busca de la lluvia y abre la boca con hilera de dientes, muestra la lengua, saliva el veneno, su cuerpo monumental le da aplomo y grita, poeta voz, grita Efraín Bartolomé.
Por ello, la fuerza poética de Bartolomé es un grito angustioso que se distiende carcomiendo los órganos de los lectores; uno se siente ciego de pronto teniendo en la mano un recuerdo que camina sobre vías sin trenes; entre sus versos desfilan sentimientos puros, retrata al amor de manera tempestiva, a veces su voz se cree la voz del mundo pero pronto cae desvaneciéndose, hastiado por la rutina de los días con un leve temblor de manos, la problemática del ser lo ahoga y termina gimiendo su derrota, una lluvia de palabras le golpea hasta ahogarlo y el poeta gime sin cesar hasta la pronta aproximación y de nuevo la derrota. Esconde su voz el recuerdo de la infancia, la introversión del poeta y escritor, entiende su vida paso a paso y desafía al ángel, cuidador de palabras, para robarle las imágenes con la ironía de nombrarle pajarraco. Al igual nos muestra un centenar de imágenes precisas y emotivas, para decirnos al final que nada quería decirnos o que no era eso realmente lo que quería decir; el juego de una acústica homónima hace del lenguaje un ritmo incansable. Cuadernos contra el ángel es más que un poemario donde se centra con fidelidad el amor, el pasado, la ironía y la esperanza.
En sus propias palabras: “He aquí que soy poeta/ y mi oficio es arder”, arde, arde poeta, arde pero tus cenizas escondan y atesoren el eco de tus versos.


Efraín Bartolomé (2008), Cuadernos contra el ángel.
Conaculta. México.

1 comentario:

  1. No conozco a este autor, así que gracias por reseñarlo.

    Son pocos los autores mexicanos que llegan a conocerse en Argentina, imagino que será lo mismo en México con los autores argentinos.

    Gracias por la visita.

    Saludos

    J.

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