miércoles, 21 de diciembre de 2011

Piedra de flor


Fue difícil arrancarla de su sitio.
.....A pesar del fuego que devastó, letra a letra, los códices históricos, la flor quedó intacta en medio de su habitación húmeda de hierbas. Con espada en mano, el conquistador arremetió contra las barricadas desiertas, el filo apenas apuntaló algunas espinas pétreas, prolongación del ingenio, pero en vano rozó las raíces sustentadas en la profundidad del lago.
.....Alrededor de tres siglos recortaron los tallos de la planta, pero afianzada en su tierra la flor desistió morir y con desgano y poca celeridad extendió sus tímidos tallos encima el agua.
.....La savia se secó. El lago pronto fue sepultado con grandes olas de arena y polvo. Pero la flor persiste con la memoria de la piedra. Nadie advirtió el problema de los peces.
.....Después de tantos años, en el lago ya árido y desierto, la flor ha comenzado a marchitarse.

La cifra del erotismo: un número antes del símbolo

Sólo una unidad se interpone entre el capítulo 68 de Rayuela y el número que para muchos, en la modernidad, simboliza más una postura sexual que un elemento erótico. A Cortázar le faltó un poquito la imaginación –dirían- para haberse aproximado a esa convencionalidad que definiría superficialmente el capítulo 68 de su obra; aunque al consagrado cuentista argentino le sobró la astucia y malicia para transformar erótica tanto la fábula misma como la estructura que lo contiene. El texto, con autonomía propia, parece mover pícaramente las letras al lector en un afán de seducción.
...Tan sólo el capítulo a analizar –por no decir toda la novela- invita al lector a una percepción estética profunda, desdeñando esa mirada ordinaria y superficial. Encontrar y entender los rasgos eróticos establecidos implica poner en juego la relación de conocimiento y experiencia, sólo así puede llegarse a una comprensión aproximada para el texto. Un lector ingenuo daría un juicio de valor muy nulo y hasta cierto punto inconsistente: los neologismos lo aturdirían dando como resultado, sino el rechazo, la incomprensión total. Pero si el neologismo persiste y es la base clave en el capítulo ¿cómo entender el pasaje erótico que Cortázar plantea?
...Cincuenta y cuatro neologismos desfilan en todo el capítulo, esto representa un treinta por ciento de las ciento ochenta y tres palabras que conforman el relato. Significa que el porcentaje restante comprende tanto los artículos como los adjetivos que no infringen la norma gramatical. Gracias a estos elementos el erotismo logra advertirse en el encuentro de La Maga y Oliveira.
Un punto fundamental que debe entenderse desde el principio es que los neologismos empleados no tienen significación alguna externamente, solamente dentro del texto pueden recobrar vitalidad y denotar múltiples significados. Dichas palabras antes de ser comprendidas, deben ser sentidas. Con estos elementos puede determinarse, en primera instancia, que el texto como tal se presenta erótico; el lector asiste a una extrañeza que al mismo tiempo lo repele y lo seduce, dando como resultado que el mensaje guardado entre líneas sea más disimulado y atrayente al ser decodificados. El texto opone resistencia, y si la extrañeza genera erotismo, también lo genera el aplazamiento; las expectativas son estímulos que invitan al desnudamiento total del relato.
...Es verdad que son los mismos términos inventados los que reduplican la carga erótica. Esto se debe a que no sólo se pinta el encuentro de los amantes, sino que se genera estímulos atmosféricos que afectan a los sentidos. Las palabras afectan la sensibilidad aunque no llegan a comprenderse del todo, la atmósfera se carga de ruidos y roces constantes. “La seducción (de las palabras) parte de un intelecto, sí, pero no se dirige a la zona racional de quien recibe el enunciado, sino (primeramente) a sus emociones (Grijelmo: 31).” El lector anonadado al fin, se detiene como Alicia después de escuchar el poema “Jabberwocky”, y no puede más que aceptar que el texto le “¡Parece muy lindo!...pero es algo difícil de comprender…¡De algún modo parece llenar(le) la cabeza de ideas, sólo que no (sabe) exactamente qué ideas son (Carroll: 159).”
...Esas ideas vagas representan una carga semántica atribuida a los neologismos, imágenes que surgen espontáneamente, símbolos a los que el lector recurre solamente percibiendo la sonoridad de las palabras, por tanto la significación atribuida es arbitraria. Independientemente de ello se asiste al encuentro carnal cuyo inicio es omitido tajantemente por medio de la elipsis. La articulación del deseo o del juramento, por ejemplo, han sido ya superados, no se indica tampoco la individualidad de los amantes otorgada por el deseo, ni se explica detalle alguno sobre la aproximación de las carnes, pues estos elementos han sido establecidos en capítulos anteriores -¿o posteriores?- al 68. Se está ya ante la categoría de carne erotizada y el cruzamiento de las mismas. El proceso erótico, tal cual sucede en la enunciación del relato, comienza “in media res”.
...Como se dijo anteriormente, el texto da unas pautas necesarias para no perder de vista el encuentro de los amantes. Al igual que los neologismos, repercuten también verbos de acción y sustantivos que implican fuerza, vigorosidad. Pero también son constantes letras como la “a” la “s” y la “r” que determinan el goce, la suavidad y las pausas, la rapidez y la transgresión en el proceso erótico. En el primer párrafo por ejemplo, la sucesión de “aes” establece que la boca se mantenga abierta simulando un quejido de placer y gozo. Por un lado se articula “la s (que) se desliza por el paladar del lenguaje, tiene un sabor liviano y contagia la idea más antagónica de la fuerza y la violencia (Grijelmo: 46)” mientras que por el otro “las erres se perciben a su vez con la connotación de la energía o de la fuerza, de los verbos que implican un nuevo intento (Grijelmo: 47).” Los últimos sonidos ambivalentes denotan pues tanto la actividad como la pasividad en los amantes, pero denotan también –y en gran medida- la celeridad en el texto, la algidez de la enunciación, el cansancio experimentado en el lector por alcanzar un punto culminante que en paralelo alcanzan los amantes dentro de la diégesis.
...En la actividad de las carnes erotizadas es también visible esta afectación que ambos amantes consienten el uno del otro. La Maga llega un momento en medio del proceso a consentir que Oliveira acerque “suavemente su oferlunios”, la aliteración de la s afecta primeramente a ese desplazamiento entre parsimonioso y lento, que luego finalizará tal vez en un cruzamiento o enlazamiento a la imagen de la letra que se asemejan a las áspides. En este entrecruzamiento que se da después, resaltado por palabras esdrújulas, experimentan tanto su propia carne como la del otro, la heteroafección se determina en que ambos sienten y se reconocen que sienten sintiéndose (Luc-Marion: 134).
...Este espacio erótico que La Maga y Horacio han creado a partir del encuentro, ha transformado en gran medida al espacio físico. El espacio físico, es decir, el mundo ha desaparecido para dar auge al espacio donde las carnes –no ya los cuerpos- parecen volátiles, etéreas. No existe descripción alguna del espacio físico, ¿es en la cama, en el suelo, en la mesa donde se da?, porque el erotismo de sus carnes ha trascendido este concepto espacial. Es decir, los sujetos ya no se orientan en el mundo alrededor de los objetos físicos que les afectan. Ya no forman parte de ese contenido donde no pueden afectar a los objetos pero los objetos si pueden afectarlos a través del consentimiento. En suma, la categoría de carne les ha dado esa experimentación donde perciben el mundo y el mundo existe sólo a través de ellos. Pero ahora no es el mundo lo que sienten y experimentan, sino la carne del otro y la suya propia. Los sujetos se localizan a partir de la carne del otro (Luc-Marion: 151). La carne del otro pasa a ser pues un punto de referencia. Así Horacio –en disposición espacial de La Maga- se ubica al “relamar las incopelusas” buscando un espacio cómodo donde no pueda enredarse en “un grimado quejumbroso” permitiendo así acceder plenamente a la carne de ella –es decir a la suya propia.
...La actividad del texto, siempre articulándose in crescendo, llega al límite del proceso erótico en los últimos enunciados. El grito de placer de los amantes sitúa este momento álgido que pronto llegará a su finitud, a la petite morte. Las jitanjáforas “¡Evohé! ¡Evohé!” se articulan la una enseguida de la otra, dos gritos distintos que figuran una cara plena y llena donde la comprobación del límite alcanzado acaece. No llega a saberse quién de los dos articula primero el grito y quién después, eso no importa, están en el clímax total, “en la cresta del murelio”. Todo alrededor de ellos cae y se desvanece, mientras el mundo descubre otra vez sus formas ignoradas. Tiembla el troc y las marioplumas se vencen, después de haber alcanzado “el límite de las gunfias”.
...Con estos elementos establecidos, puede afirmarse que los neologismos, a pesar de detener primeramente al lector, es lo que predomina y articula el erotismo tanto en la diégesis como en la estructura del capítulo. El autor también se vale de aliteraciones y de algunos elementos sinestésicos detonados por los neologismos –esto es la afectación en la sensibilidad que sufre el lector a través de la sonoridad de las palabras- para representar elementos atmosféricos o detonantes que explican el gozo de los amantes. Si bien a Cortázar le falló numerar el capítulo con el número 69, no por ello deja de ser en extremo erótico.








Bibliografía:
Alex Grijelmo (2009). La seducción de las palabras, Taurus, México.
Julio Cortázar (2006). Rayuela, Punto de Lectura, Madrid.
Jean-Luc Marión (2005). El fenómeno erótico, Ediciones Literales, Buenos Aires.
Lewis Carroll (2004). A través del espejo y qué encontró Alicia allí, SEP, Col. Libros del rincón, México.