domingo, 8 de enero de 2012

Cielo entintado, charcos de luz



_______________________________________________________A Fabiola Flores,
__________________________________________________quien me instigó hacerlo.

Sólo tienes que ir y pararte, al borde del acantilado. De fondo el lago ilimitado, negro y profundo, donde se dibujan las estelas. Crece un árbol al borde de la tierra y del abismo, astillado de luz, cuyas raíces- como los árboles mayas- están conectadas con las estrellas, una a una, de donde sorben la eternidad. Sus canales, donde recorren savias lumínicas, sostienen el cielo y el suelo. Y cuando un viento estelar, de lluvia apagada, sacude las frondas, las ramas cantan.
______Puedes tocar la corteza que brilla. Abrazarte al árbol. Ver el omnímodo cosmos donde caen las primeras frutas de los astros, y la armonía sideral rueda como una sinfónica donde cada elemento prevalece, aparece, desaparece. La maravillosa mano invisible que ejecuta y acomoda.
______Y después caen, en un leve murmullo, veintiuna estrellas de diferente fulgor. Y sus estelas que dibujan –unas largas otras cortas- trazan una geografía donde confluyen ciencia y fantasía. Y los rayos de fuego, donde confabulan el racismo, el consumismo que enfría a individuos, la muerte que se inventa con el progreso diario, estallan en esquirlas lumínicas que logran alcanzar parte de la corteza sin hollarlo. Hay un extraño resplandor, de esperanza y fe, que circunda el espacio donde ves caer los astros y las estrellas.
______Te dejas envolver ante semejante espectáculo, sin objeción alguna. Personajes en extremos singulares, aparecen de pronto en los fríos cuerpos celestes, te dan la mano presentándose. Diálogos no fingidos, certeros, apuntan. Se puebla la atmósfera, de repente, de sonidos extraños y descripciones sinestésicas. Una prosa que cae, ejecutada por una mano vetusta y tersa, gota a gota como queriendo partir la roca, llena de imágenes y sonidos poéticos. Los frutos rozan tus sentidos. Y algunas tienen extraño sabor, otras dulce en su punto. Maduras unas, verdes en pequeñas partes las otras, se recogen en ese abismo de tiempo en tu mano cálida que brilla por vez primera tratando de alcanzar la luz del sol, cual condenado Prometeo.
______Abajo, un ruido de nueces dormidas hace por fin el silencio. El árbol no se desgaja, sino la niebla. Bajo un cielo polvoso de Illinois, una mano infantil llena de asombro (ahora cuerpo estelar que brilla a miles de años luz) sacude lentamente el árbol, del otro lado de donde tú estás. Caen una a una, lentamente, “las plateadas manzanas de la luna, las doradas manzanas del sol.”

Ray Bradbury (1987).
Las doradas manzanas del sol;
Minotauro, México.

4 comentarios:

  1. Luego de leer por obligación 'Crónicas Marcianas', no creía que ningún otro texto de Bradbury fuera a resultarme siquiera interesante. Hasta que encontré éste libro, que demostró mi error...

    Saludos

    J.

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  2. No he leído a Bradbury nomás porque no me lo he encontrado (y porque mi librero de libros por leer está saturado, je) pero este fragmento me hace agendarlo, gracias por compartir!

    Saludos cordiales!

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  3. El acoso produjo frutos luminiscentes. Bradbury y tú ya son parte de mis lecturas favoritas.

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  4. La luz es la plenitud del movimiento en sí mismo: el momento en que nos arrebata y se abole la conciencia del "yo". El momento en el que nada falta o sobre, que quedará en el lienzo retratado. Porque la luz responde a la exterior, la aprehende y la conjura; luz generosa, cálida, jubilosa y libre.

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