miércoles, 16 de mayo de 2012

Apuntes de un día después


A Blanca, mi gata,
por su reciente partida.

Dos días después de que la casa se fue cayendo pedazo a pedazo, y que tu ausencia se había prolongado entre los escombros y en los resquicios cuarteados, me senté ya sin una lágrima que derramar por ti.
La mañana del trece de mayo fue de una tibieza tal que era difícil creerlo. Te lo digo porque quizá tú también pudiste mirar el cielo a esa hora, porque se agolpaban bancos de nubes, que bien podían perderse también en tu mirada celestial. Ignoro la razón –Greimas tal vez tuvo la culpa- el porqué tomé un libro de literatura hispanoamericana, leer en el apartado casi al final –acompañado de Márquez, Carpentier, Vargas Llosa- un retazo de Las buenas conciencias. Está de más mencionar que el fragmento dejaba acompañarse por una ilustración de un joven caído que imploraba.
         Eran las tres de la tarde cuando yo andaba ya en carretera, kilómetros antes de arribar a la capital, cuando en un movimiento inesperado del celular, me enteré de que Fuentes acababa de fallecer algunos minutos atrás; -¿acaso cuando el transporte público cruzó la hidroeléctrica, cuando se perdió en la boca del túnel, cuando sólo vi al infinito enrevesado de árboles secos y de cactus?-; la respuesta fue de asombro, la interjección que salió después de la noticia sobresaltó a los otros pasajeros que no entendían.
         Ayer por la noche, antes de que lloviera, fui guiándome como ciego buscando en los tomos de mi librero algún libro de Fuentes. Ni La muerte de Artemio Cruz, ni Los días enmascarados, Aura o La región más transparente del aire aparecieron. Antes de dormirme y soñar que regresabas Blanca, de tan lejos que estás, me lamenté un poquito por la pérdida de Fuentes.
         La luz de la estrella que se ha apagado en su origen, a décadas de distancia, guarda cierta resonancia en el cosmos literario. Su brillo nos llega todavía a pesar de las fuerzas abismales; seguirá llegando, no lo dudo. Esta mañana me duele con toda su ciudad, con todo su viento y su grisura. Me duele por la muerte antaña de Fuentes, la que sucedió hace años, en una fecha que se ignora. Ayer murió al que quise menos, la tenue prolongación de una luz cuyas raíces deslumbran; el Fuentes que soportaba el cielo literario, como una Ceiba fundacional, se desgajó hace tiempo. Hoy sólo nos quedan sus ramas, el recuerdo del hachazo, y el dolor profundo de su grieta.
  

1 comentario:

  1. Aún me duele su partida... cierta parte de ausencia me viene pesando hasta esta noche, aquí en mi cama...

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