miércoles, 9 de noviembre de 2011

El gato responde...




Fabi:
Hace cuatros años ya que me levanté de la cama y me miré al espejo. “Quince años” me dije y moví las manos regularmente, viéndolas con extraño temor de sentirlas vivas. En ese tiempo, otrora infeliz, no sabía de mi instinto felino y tampoco adivinaba de la imposibilidad de las uñas. No tenía garras era cierto, pero como me gustaban el agua y la lluvia, y era más vital que sólido o volátil, ignoraba que podía entender el tiempo mirando mis pupilas en los espejos. Pero pronto los espejos dejaron de empañarse y el temor a ellos reduplicó mi angustia. Huí de ellos no sé si porque me multiplicaban o porque en realidad nadie se asomaba desde el otro lado. Lo cierto es, que aquella mañana del veinte, el espejo me devolvió una cara ignota y me sentí viejo. Los años venideros, aunque con risas guardadas en labios escurriendo hiel, sucedieron tan de pronto que ahora, con los diecinueve años encima, siento que mis vidas han dejado de soportarme abriendo la puerta hacia el porvenir.
.....Me sentí gato de calle algún tiempo. Entonces la lluvia caía diferente e improvisaba bolas de estambre con retazos de periódicos y bolsas. Nunca afilé las uñas. En cambio, fui despedido de regazos con puntapiés. Quedé por un tiempo dentro de una habitación cuando alguien se fue y cerró por fuera con seguro y todo. Así, como alguien me ha dicho de Kipling, el gato siempre anda solo con su sola soledad. De ahí, quizá, en una noche angustiosa donde mi herida vertía de negro la habitación en sombras, apareció de pronto como en una visión, aquel pasaje de trenes y caminantes que vos bien conocés y que siempre, desde entonces, me has saludado desde la ventanilla cuando el tren desde el que viajas aparece por el camino donde ando.
.....No confío mucho sobre la astucia de mi lengua, que vos mencionás en tu carta, más bien me reconforto en caer de pie, porque por naturaleza los felinos sabemos caer porque caemos muchas veces. Con los poetas yo no puedo, creo que ni con los músicos, escucho y veo con mis pupilas bien dilatadas escurrir la vida de los otros, mi música gatuna- anónima por cierto- apenas roza el cielo estrellado. Eso me reconforta. Sé, que por ser casero, siempre me faltarán las uñas, eso me lo ha dicho un gato experto y de calle. Así que ya ves. Por tu soledad no te preocupes. Cuando se está solo los gatos aparecen en cualquier parte, caen de los tejados como lluvia, dan la vuelta en las esquinas o en el ruido de la noche más profunda- que es el silencio- escuchas el maullido lejano, austero, pero siempre presente. Allí estaré, no os preocupéis, acompañándote con mi ausencia si quieres estar con alguien, o con mi presencia para cuando quieras estar sola. “Es que no entiendes que en la vida, princesita, también hay que aprender a ganar…”Y ahora, aunque sin vestigio de instinto animal,-pájaro de mediodía-te digo que muestres tus uñas y salgas de la jaula de ese tu cazador. De ese tu cazador insensato, como son todos los cazadores del mundo. Abre la jaula y vuela, no importa, siempre a otra jaula.
.....Aprende a soltarte. A dejarte ir. El viento. Déjate llevar por el viento, amiga, querida amiga, queridísima amiga.


Maullidos y un beso.
Tu amigo Peke
Copainalá, Chiapas, 4/11/11.